Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz”.

Se trata de dos relatos  entrelazados, con un único  centro: la fe, y muestran a  Jesús como fuente de vida,  como Aquél que vuelve a dar  la vida a quien confía  plenamente en Él. Los dos protagonistas, es decir, el padre de la muchacha y la  mujer enferma, no son discípulos de Jesús y sin embargo son  escuchados por su fe. Tienen fe en aquel hombre. De esto  comprendemos que en el camino del Señor están admitidos  todo.

 

 

¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?

El Señor no nos abandona; nos acompaña en nuestros eventos  existenciales para ayudarnos a descubrir el sentido del camino,  el significado del cotidiano, para infundirnos valentía en las  pruebas y en el dolor. En medio de las tempestades de la vida,  Dios siempre nos tiende la mano y nos libra de las amenazas.

 

 

Había algo  en su  mensaje  que infundía  vida.

Jesús nunca habla de  cosas de las que no ha  sido testigo. Podría  decirse que nunca habla  de nada que sea ajeno al  hombre. ¿Cómo está el Reino en mi  interior? ¿En qué etapa se encuentra? ¿Ya está lista la espiga para ser cortada,  o ni siquiera ha germinado la semilla?.

 

 

“El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre

Dios nos pide que le sirvamos y le amemos de todo corazón, y muchas veces fallamos. Él lo sabe.