«Allí será el llanto y la desesperación»

«Tú eres el Reino que prometes a los que te siguen con confianza y decisión, eres la heredad de los que se entregan a tu servicio. Tú habitas dentro de mí. Debo sumergirme en mi interior y allí, puedo encontrarte. Dame la gracia, Jesús, de que seas Tú el tesoro y la perla de mi vida. Permíteme encontrarte dentro de mí, porque sé que allí habitas. Ayúdame a desprenderme de todo lo que me impide llegar hasta Ti y jamás permitas que te venda, te intercambie por cosas, relaciones o placeres de poco valor. »

«Los justos brillarán como el sol»

«Ayúdame, Señor, a vivir mi vida con equilibrio. A aceptar en mí la cizaña, buscando siempre que no crezca más, con paciencia, con esfuerzo, con correspondencia a tu gracia. Pero también, a potenciar las cosas buenas, a fomentar las virtudes, a fortalecer los hábitos, a afianzar las cualidades y ponerlas al servicio de los demás. »

«El que tenga oídos, que oiga»

«Bien sabes, Señor, el tipo de tierra que  soy. Tal vez soy terreno pedregoso, o llena de espinos, o un simple camino,  pero no dejes de lanzar en mí tu semilla  porque, incluso en esos campos, puede  que algún día crezca lo que sembraste. Si soy tierra buena, ayúdame a no descuidarla y  mantenerla siempre disponible para acoger tu Palabra para producir frutos abundantes, que sea tierra rica en virtudes,  en actitudes y sentimientos santos que acoja  tu semilla y la haga crecer y fructificar según tus designios. »

«Mi yugo es suave y mi carga ligera»

«Tu corazón es para mí el punto de conexión de tu humanidad con la mía. Es el lugar de mayor intimidad entre Tú y yo. Es el fruto surgido del amor más grande que me hayas podido demostrar: el de mi Dios hecho carne por mí. El palpitar de tu corazón es lo que bombea tu sangre vital a toda la Iglesia, y a mí, parte de tu cuerpo místico. En Ti aprendo el valor del sacrificio, el sentido del dolor, el verdadero amor, el cariño por los seres queridos, el auténtico perdón, la más pura caridad, la más profunda humildad, el más sincero respeto, el más alto temor divino, la más correcta autoestima, el mejor espíritu de donación. » 

«El que salve su vida la perderá y el que la pierda por mí, la salvará»

«Ayúdame, Señor, a ver mi cruz no sólo como algo que me molesta o me hace sufrir, sino como el medio para seguirte, para unirme a Ti. Pero, sobre todo, ayúdame a cargar con mi cruz, pero siguiéndote. No permitas que cargue con mi cruz errando el camino, no siguiendo tus pasos, porque contigo la cruz es más ligera, más soportable, incluso más querida. Pero cuando cargo la cruz sin ir detrás de Ti, entonces, ¡qué triste es la vida y qué pesado el caminar cuando se carga con una cruz vagando por el camino, sin seguirte!.»